Reproducimos un testimonio que nos llega a info@weloversize.com
Queridos papá y mamá:
Siempre he sabido que no ibais a ser eternos. Que a pesar de haber hecho lo imposible por resolver cada pequeño problema de la vida, era esfuerzo y no superpoderes. Siempre lo he sabido y hasta hace poco, creía que era algo que aceptaba. Pero ahora que cada vez es más real, no puedo hacer otra cosa que negarme a la idea de que algún día vais a comenzar a apagaros.
He tenido una suerte enorme, otras personas jóvenes han perdido antes a sus padres sin embargo vosotros, estáis estupendamente. Bueno, el motivo de que yo os vea tan estupendos es porque os esforzáis en que así sea. Pero ya entrada en mis treinta me doy cuenta de que cada vez tenéis más citas con el médico, de que las recetas de la farmacia cada vez son más frecuentes y más numerosas o de las veces que, disimulando y diciéndonos que no es nada, sentís dolor en vuestro cuerpo. A los dos os ha tocado algún ingreso. Nada grave, en realidad, pero pequeños avisos que la vida nos va dando para mentalizarnos, reflexionar, para darnos cuenta de que estamos en un punto de inflexión.
Cada vez que un abuelo se fue, dijimos con profunda tristeza que es ley de vida. Y ahora, las leyes se aplican a vosotros. Así debe de ser, pero creedme que no puedo hacerme a la idea de tener que despediros. Hace ya un tiempo que pienso que sois la siguiente generación que partirá, que tendremos que cuidaros como vosotros cuidastéis a la vez de vuestros padres y de nosotros y nosotros seremos quienes ahora, estén pendientes de sus ascendientes y descendientes. Ahora me doy cuenta de que nunca os escuché quejaros, de que nunca pusistéis pegas a la hora de cancelar un plan porque era vuestra responsabilidad acompañar a vuestros padres. Y yo a veces no me siento tan fuerte. Me pregunto cómo haré el día que un médico diga que hay que hacer una prueba más o de que una llamada me diga que tengo que correr hacia vosotros. Cómo haré para no derrumbarme y cómo haré para sacar el tiempo y la energía de ayudaros a vosotros si ahora, hay días que incluso con vuestra ayuda, me ahogo. Cómo haré para ser yo la que os dé ánimos, la que os haga la vida más fácil. Cómo haré para soltar toda esta pena si siempre habéis sido vosotros quienes me habéis consolado. Cómo mantendré la sonrisa que necesitaréis ver si solo estaré pensando en que crecer es la mayor trampa de este juego. Cómo manejaré la culpa si no puedo llegar a todo…
Papá, mamá, duradme mucho por favor. Vamos a disfrutar juntos incluso más que hasta ahora, vamos a crear los mejores recuerdos para que cuando llegué el día en que ya no haya luz, vosotros podáis seguir brillando en mí.
